09 agosto, 2010

Juan Marichal

El hombre que redescubrió desde el exilio la obra de Manuel Azaña y trabajó por la reivindicación histórica de Juan Negrín, su paisano canario, falleció esta madrugada en Cuernavaca, México, según ha comunicado su hijo, el profesor Carlos Marichal, con quien vivía allí desde hace siete años.
Marichal es uno de los intelectuales más importantes de la España que hizo la diáspora durante la Guerra Civil. Había nacido en 1922, en Tenerife; su familia era republicana; estudió en Madrid, y cuando aún era un chiquillo vivió el inicio de la guerra (que él llamó incivil) en el barrio de Chamberí. El horror de aquellos episodios y el posterior exilio, que inició cuando aun no había concluido la contienda, fueron hechos fundamentales en la formación de su carácter, introvertido y analítico, preocupado siempre por la esencia de su país herido.

En la comunicación de la noticia del fallecimiento de su padre, Carlos Marichal indica que el desarrollo último de la enfermedad fue muy rápido, que don Juan (así le llamaba Carlos y así le llamábamos muchos de los que conocimos a Marichal cuando él era aún un joven profesor que volvía del exilio) apenas notó ese momento grave de la muerte, y que el hijo le encomendó que fuera "a las islas Encantadas", a encontrarse con su esposa, Solita Salinas, fallecida también en Cuernavaca hace tres años. Solita era hija del poeta Pedro Salinas y hermana del editor Jaime Salinas.

Don Juan Marichal fue director del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Harvard. Como estudioso de la obra de Azaña, que convirtió en un símbolo de la España trasterrada, y también del pensamiento político republicano, consiguió poner en pie un legado que durante las primeras décadas de la posguerra permaneció ennegrecido por las campañas franquistas en contra del que había presidido el Estado hasta 1939.

Del mismo modo, Marichal se empeñó en redescubrir para los españoles la figura de Juan Negrín, víctima de parecidas campañas de desprestigio. Su mala salud, que a principios de la década de 2000 ya fue empeorando, le impidió culminar la que era una de sus iniciativas más importantes como intelectual dedicado a la reflexión política.

Fue también un gran estudioso de la literatura y del pensamiento hispanoamericano, que contribuyó a divulgar en España como ensayista y como conferenciante. En 1968 regresó a España y visitó en Tenerife a quien fue uno de sus grandes y amigos y corresponsales intelectuales en este país, Domingo Pérez Minik, republicano que permaneció en el exilio interior. Los que presenciamos aquel reencuentro podemos dar testimonio de lo que significaba para Marichal el reencuentro con aquellos que aquí mantuvieron el fuego republicano al rojo vivo mientras duraba la dictadura de Franco.

En los últimos tiempos, a pesar de su delicado estado de salud, Marichal no dejó de estar atento a lo que sucedía en España, de un modo distinto, claro está, que cuando observaba este país desde el exilio; ahora se informaba (pedía que le informaran) de todo lo que sucedía, y no perdía la esperanza de volver a residir en Madrid, cerca de aquel lugar donde, a principios de la Guerra Civil, vivió espantado las consecuencias de un odio que, creía él, había sellado la transición.